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Cuando la madre no colabora

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Por Ángeles Cano

Hay profesionales que, en vez de atender o acompañar partos, “los hacen”. En su vocabulario diario nos encontramos expresiones como “hacer el expulsivo” o “parirla”. “¿Quién va a parir a la de la sala 3?” “¿Este parto lo haces tú?” – y yo me pregunto: ¿pero no es la madre que está pariendo?

Hay otra frase muy famosa en el “lenguaje de paritorio”: “la mamá no colabora” o, en ocasiones, también “La señora no colabora”. Muchas mujeres habrán escuchado esta frase en sus partos. Pero si el profesional atiende a la mujer y es ella la que pare, ¿quién, entonces, tiene que colaborar con quién?

“Mami, ¡empuja!” - “El papi se espera fuera.” (No pocas veces en el hospital nos convertimos todas en “mamis” y “papis” y dejamos de tener nombre propio)

Pasar de decir “yo hago partos” a “yo acompaño partos” es como cambiar de planeta. Se notan las distintas formas de trabajar, según el vocabulario que emplea cada profesional.

En mi cartilla de embarazo pone literalmente (Comunidad de Madrid, 2009):

“Una vez en la clínica, el médico y la matrona son los encargados de controlar la evolución del parto. Colabore con ellos y siga puntualmente sus indicaciones para que todo se desarrolle en las mejores condiciones posibles.”

Entramos por la puerta del hospital y tenemos que “ser buenas”, “comportarnos como es debido” y, sobre todo y naturalmente, “colaborar” con el personal que nos atiende, por eso saben de partos.

El mundo al revés.

¿Una mujer que no colabora, por tanto, es una mujer que no “obedece”? Que no empuja cuando le indican que tiene que empujar (porque el cuerpo no le pide empujar todavía…), que mueve el culete en vez de dejar quieto el “campo de trabajo del ginecólogo”, que no accede a los tactos de los estudiantes…

La “mala colaboración materna” es un cliché tan aceptado que llega incluso a constar por escrito en la historia clínica de algunas mujeres, a las cuales se marca, como si de una flor de lis se tratase, como personas difíciles o insumisas. Y allí queda la anotación para los restos, enturbiando las sucesivas relaciones médico-paciente y estigmatizando a una mujer que, simplemente, tuvo la mala suerte de dar el día de su parto, ella sí, con un equipo muy poco colaborador.


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