Parece ser lo mismo, pero no lo es.
En un parto educado, lo que cuenta es tener una habitación con vistas, un menú de lujo y un baño de hotel. Y por supuesto, que te digan Señora.
En un parto respetuoso, a lo mejor das a luz entre cajas… o en la bañera de un hospital de vanguardia, el lugar es lo de menos: nadie te presiona ni te desconcentra de tu labor.
En un parto educado te dirigen los pujos con mucho tino: cada vez que los monitores avisan. Te hacen una maniobra de Kristeller suave, (si tal cosa existe…) y te cuentan con mucho detalle cómo has de cuidar los puntos. A lo mejor en la clase de preparación al parto educado te adiestrarán para ir limpia y sin pelos desde casa: que una señora también ha de ser educada y considerada.
En un parto respetuoso pujas cuando tu cuerpo lo pide. Tienes libertad de movimientos y difícilmente tendrás puntos que cuidar. A lo mejor en la clase de preparación al parto respetuoso te han explicado cómo funciona tu cuerpo, qué puede hacer tu pareja para acompañarte en ese momento vital.
En un hospital que ofrece partos educados, el dossier de información es impecable. Tiene unos colores bonitos y se diferencia muy bien los tipos de parto que puedes tener: medicalizado (el más seguro, segurísimo, por supuesto), humanizado y natural… (natural no, que es muy hippie!). Se ve claramente que los deseos de la cliente (perdón, la paciente… no, tampoco: la usuaria) son de máxima prioridad.
En un hospital que ofrece partos respetuosos te preguntan por tu plan de parto. Y no importa que lo hayas escrito a mano. También te informan si quieres cambiar de opinión.
En un hospital educado se “hacen” partos.
En un hospital respetuoso se acompañan partos.
En un parto educado tendrás epidural, por supuesto. ¿Qué atraso es ese de parir sin ella? Si no la pides con anticipación, “a lo mejor luego no está el anestesista”.
En un parto respetuoso te ofrecen por lo menos 5 formas diferentes de aliviar el dolor –si lo hubiera- y te informan de todos los efectos secundarios y riesgos de los métodos farmacológicos.
En un hospital educado los partos “se hacen” en paritorios preciosos, con camas multifunción que te permiten 7 posiciones de partosutra y llevan sabanillas de color pastel.
En un hospital respetuoso la mujer elije donde quiere parir.
En un hospital educado casi no hay matronas. Hay que dejar muy claro a la cliente-paciente-usuaria que “si pasa algo”, está todo bajo control.
En un hospital respetuoso la matrona es quien te atiende, salvo que algo salga de la normalidad.
Después de un parto educado, como eres una Señora, debes maquillarte y estar perfecta para recibir a las visitas. Sombra aquí, sombra allá…
Después de un parto respetuoso el maquillaje sobra. Estás resplandeciente. Las visitas esperarán tu llamada.
En un parto educado se llevan a tu bebé a un nido educado para que tú descanses (y de paso, el bebé se eduque).
En un parto respetuoso el bebé nunca será alejado de ti, salvo que exista una razón muy poderosa que ponga en riesgo su salud. Pero de todas formas podrás estar con él 24 hrs.
En un hospital educado te dirán que son pro lactancia y que por eso hay que dar el pecho cada tres horas, 10 minutos cada vez. No vaya a ser que se mal acostumbre el niño.
En un hospital respetuoso te animan a amamantar pero también te ayudarán si tienes problemas de lactancia.
En un hospital educado, bañarán a tu bebé rápidamente y le pondrán colonia. Ir lleno de sangre y grasita –tal y como se salió de la tripa- es muy poco educado.
En un hospital respetuoso no bañarán a tu bebé y mucho menos sin tu consentimiento. Las pruebas que sean necesarias, se harán sin separarlo de tu lado.
Un parto educado puede tener lugar también en casa. No todos los partos en casa son respetuosos.
Un parto respetuoso puede tener lugar también en un hospital. No todos los partos en hospital son educados.
De un parto educado sales agradecida –que suerte que no murió nadie- y envías bombones y cartas de felicitación. Crees que amarás al bebé, solo es cuestión de tiempo. El tercer día, lloras. Debe ser hormonal...
De un parto respetuoso sales empoderada y lista para cuidar a tu cría. Te invade un amor infinito. El tercer día, lloras o a lo mejor no. Eres feliz.
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Y desde luego, también existen partos maleducados e irrespetuosos… en los que ni te dicen señora ni nada parecido. En el que se sube a tu tripa el celador y te deja las costillas moradas, en el que te hacen diez tactos en nombre de la ciencia y la instrucción; en el que si estás sola y desprotegida, o eres ilegal, corres el mismo peligro que una cobaya… pero me temo que ese es material de otro post.