De nuestra serie Relatos y Experiencias.
Fue a partir de la semana 20 de embarazo cuando empiezo a replantearme cómo quiero parir. Empiezo a devorar libros, las listas, relatos, etc. En mi mente empiezan a almacenarse palabras que no me gustan nada: inducción, anestesia, monitores, inmovilidad, dolor, miedo, oxitocina sintética, partos medicalizados, innecesarias, epidural, ... mientras otras palabras emergen con fuerza: endorfinas, oxitocina, piel con piel, acompañamiento, doula, seguridad, poder, partos respetados...
Empecé a visualizar el parto como el ascenso a una montaña, donde tengo dos opciones:
A) Dejar el coche en la base e iniciar el largo ascenso. En el camino seguramente tendré dolores, podrán salirme ampollas en los pies, sudaré y tendré frío, me mojaré y me preguntaré varias veces porque demonios no he dejado el coche casi en la cima. Total, la recompensa será la misma: unas vistas maravillosas y un buen bocata...Pronto me digo que no, el recorrido también es precioso, esto merece la pena verlo y sentirlo.
B) Subir con el coche casi en la cima, de forma que en apenas dos pasos llego a la cima.
Decido luchar por conseguir la opción A.
Leer la historia de Maite aquí.