Hablemos claro de una vez. Cuando, ante un problema con la lactancia, el médico de cabecera, el ginecólogo o el pediatra, recomiendan sin más a la madre destetar, están demostrando que son unos incompetentes que no están haciendo bien su trabajo. ¿O acaso va alguien al médico con problemas respiratorios y le prescriben no respirar? ¿Alguien ha ido al doctor con dolor en el estómago y le han instado a no hacer la digestión? ¿Si nos duele al orinar, no nos harán análisis y pruebas para determinar el origen de la molestia para tratarla adecuadamente?
La principal función del pecho es amamantar, aunque en nuestra sociedad actual destaque más su utilización como reclamo sexual.
Hay mujeres que deciden no ser madres, por lo que sus pechos no llegarán nunca a desarrollar esa función. Otras optarán por el biberón y tendrán que inhibir la producción de leche, cuya existencia se pone de manifiesto indefectiblemente tras el parto. Pero las mujeres que deciden amamantar a sus bebés deben poder hacerlo de manera natural y sin molestias. Pues, al igual que no nos duele el corazón cuando bombea la sangre, o los pulmones cuando aspiramos oxígeno, el hecho de amamantar debe ser indoloro. Si no lo es, será porque hay un problema de funcionamiento, que puede estar provocado por una mala postura, un frenillo o una infección… Es responsabilidad del Sistema Sanitario dar solución a estas complicaciones.
Parece ser que al tema de la lactancia no se le concede demasiada importancia, ni se le dedica mucho tiempo en la universidad, y por ello los profesionales terminan la carrera sin estar suficientemente formados sobre este tema. Sin embargo, es su responsabilidad completar su formación, aumentando y actualizando sus conocimientos. Y no es demasiado difícil hacerlo, basta con bucear un poco por Internet y leerse un par de libros al respecto. Sólo hay que tener un poco de interés y voluntad de mejorar.
Pero esto no ocurre, y muchas lactancias se van al traste porque las mujeres no encuentran en la consulta las soluciones que les permitan continuar amamantando.
Tan sólo reciben la respuesta fácil: “Deja el pecho, mujer; si con el biberón se crían igual de bien”. Lo más probable es que, de tener confianza con su doctor, la mujer le contestase: “Puede ser, pero yo lo que quiero es darle el pecho”.
Llegados a este punto podemos preguntarnos: ¿a alguien le importa lo que queremos las mujeres? Pues sí, a otras mujeres, esas que forman parte de los grupos de apoyo a la lactancia. Está bien que estos grupos existan, pero deberían hacerlo como un complemento, no como sustituto de una inexistente atención en los circuitos oficiales. Las asesoras de lactancia pueden apoyar, dar cariño, consejos y trucos, pero no saben ni pueden analizar muestras de leche, ni están facultadas para recetar medicamentos.
Lo que ocurren las consultas se parece peligrosamente a aquél chiste que dice:
«Doctor, doctor: ¡me duele aquí!». Y el médico contesta: «Pues póngase allí». Pero la lactancia no es cosa de risa, debería tomarse mucho más en serio, porque con ella está en juego la salud de nuestros hijos.
Para leer más:
- Madres que van al veterinario, 29 de julio 2014
Recursos:
- Asociación Alba Lactancia
- Grupos de apoyo a la lactancia, en la página web de la IHAN (por CC. AA.)
Libros:
- El arte femenino de amamantar, de La Liga Leche Internacional (2011)
- Un regalo para toda la vida, por Carlos González (2006)