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Parir con placer, en el día europeo de la salud sexual, 14 de febrero.

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El día de hoy, más conocido como el día de San Valentín o el día de los enamorados, es además la celebración del día europeo de la salud sexual. El parto, sin duda, forma parte de nuestra salud sexual, de nuestra vida más íntima y personal.

Carla Romero escribió un texto precioso que nos gustaría compartir hoy en esta fecha tan señalada.


Cómo parir con placer puede ser posible.

Fuente: Blog personal de Carla Romero EnreDANDOalasmujeres

Cuando hablo de parir con placer no me estoy refiriendo a tener un parto orgásmico...

(De la posibilidad de tener este tipo de partos hablaremos más adelante).

 
Tampoco me refiero al hecho de parir con gozo (aún teniendo dolores y calambres uterinos, porque también de esta manera puedes tener un parto gozoso) ...en un parto respetado, durante el que puedas superar todas las dificultades que se presenten y sepas que estás haciendo lo mejor, te están acompañando en tu parto de la mejor manera que saben hacer, y, si tienen que hacer algo, también hacen lo mejor para ti y tu bebé. 

(De este tipo de parto también hablaremos en otro momento).

Parir con placer es sentir placer pariendo. 
Es parir con el útero relajado, dejando que éste y todo el cuerpo se muevan con fluidez y eficacia.

Parir con placer es vivir la experiencia del trabajo de parto con sensaciones físicas placenteras, de gozo. Gozar en tu parto es disfrutar de las diversas emociones y sensaciones que te proporciona sentir cómo tu bebé está cada vez más cerca de tus a-brazos, mientras os váis masajeando y empujando mutuamente,
...con su cuerpecito, tus entrañas, 
...con tus entrañas, ayudándole a nacer.

Sentir que tu cuerpo percibe, recibe y se entrega, se descontrola, se estremece toda tu piel. 

Sentir que te erotizas.

A veces me pregunto si sólo es cuestión de creer en que esto es posible.

Y, entonces, hago un ejercicio de comparación para facilitarme el pensamiento lógico e intentar hallar una respuesta válida a estas divagaciones mentales que materializo en este blog.

Pongamos como ejemplo nuestra primera relación sexual con penetración. Creo que esta situación es muy similar al acto de parir por primera vez (entendiendo, claro está, que haypequeñas diferencias). 

 
Porque no sabes qué te espera. No sabes si estás verdaderamente preparada.
 Estás mal o completamente desinformada. 
Existen también tus ideas previas, preconcebidas.
Toda tu cultura te ha sumergido en mitos, ritos y creencias,
e imaginario colectivo.
Tu imaginación se ha desbordado tantas veces pensando cómo sería... 
Tienes miedo. La mayoría dice que duele, que siempre sangras, 
que tienes que aguantar, que la siguiente vez ya no será igual. 
También te han dicho que no tiene por qué doler, 
que no siempre sangras, que tienes que estar preparada...
Pero no sabes qué pasará en realidad.
No sabes cómo reaccionarás, cómo responderá tu cuerpo, 
cómo vas a conseguirlo si nunca antes lo has 
intentado, si sabes que tu vagina es pequeña... 
Prefieres, quizá, que lo hagan todo por ti. 
Tú te dejas hacer, así quizá sea todo mucho más fácil.
Tienes miedo de que te duela. Pero tienes muchas ganas. 
Quieres hacerlo porque sabes que puedes.
O porque dicen que lo tienes que hacer ya.
Sobre todo, quieres que pase pronto.
Para que todo lo que venga después lo puedas disfrutar,
por fin, con tranquilidad.
 

No todas las mujeres hemos sentido lo mismo, por supuesto, pero podemos establecer agrupaciones de mujeres con vivencias parecidas.

Algunas mujeres recuerdan que vivieron su primera penetración con dolor o molestias. Su cuerpo no estaba suficientemente preparado: había tensión muscular, provocada quizá por temores, inseguridades, poca confianza, falta de intimidad, etc. No hubo placer, y quizá tampoco hubo satisfacción.

Otras mujeres no recuerdan dolor, pero tampoco placer. Tuvieron algunas molestias durante la penetración quizás. Suelen comentar que vivieron esa primera vez de una manera muy mecánica, haciendo lo que se suponía debían hacer. Creían que el orgasmo les vendría solo.Porque, supuestamente, la actividad sexual culmina con el orgasmo...

También están aquellas mujeres que sintieron placer, pero no orgasmaron. Aún así, se sintieron satisfechas porque pudieron dejarse llevar en parte.

Y, por último, las mujeres (pocas) que recuerdan su primera vez como una experiencia sexual vivida con placer y con orgasmo/s.

¿Qué fue lo que hizo que vivieras de esa forma tu primera experiencia sexual con penetración?
 
Seguro que muchas veces te contestaste a esta pregunta. Sabes perfectamente qué razones hubo para que tu primera vez fuera así y no de otra manera. Sabes, además, que aprendiste, con el tiempo, a tener sexo con placer, a orgasmar, a disfrutar de todas las posibilidades que tu cuerpo (y tu mente) te proporcionan.
 
Las mujeres del último grupo se prepararon a conciencia: se respetaron a sí mismas, se informaron mucho, con diversas fuentes, tomaron sus propias decisiones, haciendo lo que de verdad querían hacer y con quien querían. Se visualizaron disfrutando. El sexo (con penetración y sin ella) lo vivieron con libertad: libertad para moverse, gemir, tocar-se, manosear-se, chupar-se, adoptar diferentes posturas, jugar a imaginar, etc. Se masturbaban con libertad y sin tabúes, comprobando cuáles eran sus propias posibilidades, aptitudes y formas de sentir mejor el placer. 
 
Aprendieron a entender su propio cuerpoFue un "entrenamiento". Practicaron mucho. Aprendieron a dejarse llevar. Supieron cómo llegar a la total relajación. Cómo abrir su vagina. Descubrieron cómo lograban alcanzar más fácilmente el orgasmo.  
 
... Y parir...
Parir es una actividad sexual más.
Prepárate para ella.
A conciencia.
Y, ante todo, transforma tu pensamiento.
 
Transforma tu pensamiento, informándote.
Conoce, intercambia, aprende. 
Decide.
Te empoderará.
 
El peso de nuestra cultura es enorme.
Pues, con más razón, practica más.
Realiza los ejercicios de relajación y de reconexión con tu útero que te propongo aquí.
Visualízate pariendo. 
Respira tus contracciones. 
Respira y expande tus orgasmos para que tu útero vibre relajado.
 
Y mastúrbate mucho. Muchísimo más estando embarazada. 
Disfruta de tus orgasmos. Las olas de placer que recorren tu cuerpo también proporcionarán placer a tu bebé. 
Es el amor entregado y expandiéndose en energía vital. 
Es el amor compartido a través de tu piel.
 
Y cuando comience tu parto, repite lo que ya sabes hacer.
Gime, abre tu boca. Muévete. Tócate. Siéntete erotizada.
Despliega toda tu erótica, entrégate con pasión. Entrégate al movimiento, a la intensidad, a las emociones y sensaciones que se agolpan en tu cuerpo y en tu mente. Déjate llevar. Y, sobre todo, créetelo. Puedes hacerlo.
 
Parirás con placer.
 

Mis contracciones empezaron un sábado por la tarde. Yolanda vino por la noche. El domingo, por la mañana, se detuvieron, y Yolanda se fue. Un par de horas después, volvieron las contracciones. Yolanda regresó de noche, y ya se quedó. Alma nació el lunes a las 22'25 h.
Fue un parto largo, placentero, intenso, gozoso, agotador, duro y sencillo.
Y, sobre todo, fue revelador.

Mi parto fue muy placentero

 
Cada vez que tenía una contracción, sentía una oleada 
de placer recorriéndome el cuerpo. 
Gemía. Me sentía erotizada. 
Con grandes deseos de caricias, de abrazos y besos.
Bailé y me dejé llevar.
Disfruté.
Tengo una grabación de minutos, no quise más. Sentía que estaba en un momento tan íntimo que me daba vergüenza que fuera grabado. Le pedí a mi marido que apagara la cámara para que no interfiriera en el proceso del parto.

... 

...Pasaron muchas horas. El agotamiento empezó a pasarme factura, así que 
me recosté, tan cansada que estaba, de espaldas sobre la cama, y ¡qué dolor! Un calambrazo acuchilló todo mi cuerpo.
Me incorporé rápidamente. Me asusté. No me lo esperaba.
...Entendí. Fue una contracción. 
De ésas que yo no había conocido antes.
Pensé, por un instante, en todas las mujeres que sufrían estos
 dolores, obligadas a estar tumbadas por protocolos obsoletos.
 Me sentí triste. 
Necesité un buen rato para poder conectar de nuevo con mi placer.
 
Me llenaron la bañera, y allí, en el agua calentita, pude descansar e incluso dormitar de vez en cuando.
Entonces, no sé en qué momento, ni si habían pasado horas o minutos, el movimiento de mi cuerpo cambió. Mi útero empezó a empujar con fuerza hacia abajo. Mis gemidos se hicieron más largos y profundos, más guturales.
Ya no eran gemidos, eran ... otra cosa. No sé cómo explicarlo. 
Recuerdo un momento en que pregunté ¿Yolanda, estoy de parto de verdad? 
Mi comadrona y mi marido se miraron y rieron. Me dijo, "Tócate". Me ayudó a situar mi mano (porque mi consciencia corporal estaba totalmente alterada), y quedaban sólo dos falanges de uno de mis dedos para que Alma naciera.
No podía creérmelo, ¡pero si no había sentido a mi hija descender! ¡y estaba ya ahí!
 
No sé en qué momento, mis contracciones volvieron a transformarse. Eran muy potentes, poderosas. Mis gemidos se convirtieron en aullidos, (ahora me río recordándolo,  porque Yolanda también aulló conmigo)...
Entonces, mi garganta se abrió aún más. Sin tensión. Mi boca también. Relajada. Nunca había gritado así. 
Los sonidos que salían de mi garganta provenían de mi vientre, de mis entrañas, de lugares muy profundos y de tiempos ancestrales.

 

Me sentía salvaje, antigua, vieja, sabia, animal, poderosa,...

aullaba, gritaba, cantaba un ohm profundo y gutural ¡Qué satisfacción!
En algunos momentos me venía un hilillo de pensamiento "Que no se asusten, que no me duele".
Mi consciencia estaba profundamente alterada. Mi cuerpo empujando, y me sentía fuera 
de mi cuerpo... 
Y hubo un momento en que, con los ojos cerrados, sentí que en el baño no estábamos solos. No estaban sólo Yolanda y mi marido acompañándome. Allí, observando, había otras almas. Fue una sensación muy poderosa, que me conectaba a los orígenes de nuestra humanidad y a mis antepasados. Tuve ganas de llorar. 
 
Entonces, en algún momento, empecé a sentir que mi vulva entera se quemaba. Fue demasiado intenso, muy brusco, no me lo esperaba. ¿No se suponía un "círculo de fuego"? Sabía que al coronar con su cabecita en la entrada de mi vagina, podría tener como quemazón alrededor. Pero todo mi periné, mi vulva entera, tensa, se quemaban. Rechacé esta sensación. Y cuando mi cuerpo empujaba, parecía que quería escabullirme estirándome hacia arriba. Salí de la bañera. No puedo más.
Mi marido me sostuvo por las axilas, sentado en el borde de la cama. No puedo más. Me quema. Yolanda me dijo "Sí puedes. Te falta un poquito. Venga, Carla, déjate caer. Que tu marido te coge".
Por fin lo hice. Dejé caer todo el peso de mi cuerpo. Y Alma salió en la última contracción. Como un pececillo húmedo y resbaladizo. Con los ojos abiertos. Tranquila. Sin llorar.
 
Sobre mi barriga. Calentita. Tan grande. Tan blanquita. Pensé que tenía que recuperarse para tomar color (Y no, Alma es blanca como una pescaílla, como su padre). 

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