Serie "Los niños primero" - entrega II de III
«Nacer es nuestra cumbre. Nunca volveremos a ser tan formidables como aquel día. […]
Por tanto, los primeros instantes de vida son capitales. Se necesita la inteligencia de la vida.
¿Cómo tener la inteligencia de la vida? Hemos perdido «nuestro animal», y no nos hemos vuelto mejores. En la actualidad, la sabiduría es una cuestión de los expertos.
Ningún mamífero golpea a su cría cuando llega, todas lo lamen, lo calientan a su lado y le dejan buscar a tientas su seno. […] Nosotros no somos bestias, tenemos hospitales y expertos para asegurar la supervivencia de los pequeños...
Por lo que se refiere a la «vida»… Luces deslumbrantes, gritos, agitación, prisa, abandono del nido, el dolor de respirar de golpe o la muerte, ¿qué decides? Para sacarte de dudas, algunos golpes. Manipulaciones, contactos rudos y, al margen, ya encontrarás a tu madre más tarde. […]
¿Qué puede despertar esta violencia al principio de todo, que además no es necesaria para sobrevivir? Pongámonos nosotros mismos en ese lugar que fue el nuestro: llegas, te cogen por los pies, te colocan cabeza abajo…
Vértigo. Miedo, pánico. El horror absoluto, ¡auxilio!, si lo hubiera sabido antes, no hubiera venido. Descorazonamiento; de entrada, lo peor. Se puede decir que como llegada es más bien jodida, pobre animal. En lugar de llegar deslizándose armoniosamente hacia este universo, que será el suyo, se lo ha empujado violentamente hacia abajo… Rabia. Agresividad.
Entonces dicen: EL trauma del nacimiento, como si se tratara de un absoluto. Olvidando, ocultando que estos traumas han estado infligidos. Evidentemente, nacer es un choque, pero si se quisiera, ¿no se cambiaría en gozo este grave trastorno inicial?
Christiane Rochefort: Los niños primero (1977)