Lugar: Madrid, centro de salud en la zona de influencia del Hospital de La Paz.
Ponente: Matrona de turno.
Tema:Primer y segundo trimestre de embarazo.
Público: Grupo de unas 25 embarazadas, algunas acompañadas de sus parejas, no todas primerizas.
Narradora: Embarazada de 4 meses, segundo hijo, cesárea previa, preparándose desde hace un año para un PVDC, bastante informada.
La reunión es distendida gracias a las dotes oradoras de la matrona que habla sin tapujos, con comentarios jocosos (a veces de más). Resulta cercana porque da su opinión, se moja, esto facilita que haya preguntas, intercambio de experiencias y que no seamos un rebaño silencioso frente al oráculo-matrona que nos va a desvelar los misterios de los dos primeros trimestres de embarazo.
Misterios que, en su mayoría, ya están resueltos en revistas y páginas de Internet sobre embarazo, o sencillamente son de sentido común, a saber: hábitos saludables, cambios físicos, náuseas, sueño, cambios de humor, recomendaciones para el ámbito laboral (para quienes trabajan en comercio de pie) y consejos para los viajes (que se acerca el veranito…).
No somos enfermas pero debemos cuidarnos.
En cuanto a los hábitos saludables, no faltan las consabidas preguntas sobre el café, los refrescos y, por supuesto, la gran estrella prohibida y, por ello, aún más deseada para las que dan negativo en toxoplasmosis: el jamón y los embutidos en general, fundamentales en nuestras dietas ibéricas. Morcilla bien hecha, sí. Chorizo en guiso o frito, sí. Jamón serrano, no. ¿Y si lo congelo? «No hay consenso así que mejor te abstienes, que no te vas a morir».
En el apartado drogas, se comenta que el alcohol de alta gradación está prohibido pero que, pasadas las 19 semanas en las que el embrión se está formando y que ya se convierte en feto, una cervecita (aunque siempre es mejor sin alcohol) o media copita de vino, no pasa nada. Para las fumadoras empedernidas, cuyo síndrome de abstinencia les produce un nivel de ansiedad inaguantable, se pueden permitir hasta cinco cigarrillos diarios; eso sí, que no se engañen, aún así es nocivo para el bebé.
Gran parte de las dudas que surgen vienen de embarazadas de riesgo (por amenaza de aborto, por enfermedades de la madre, por ser gemelar). Resulta alarmante que el resto de preguntas solo giran entorno a los cambios físicos: peso, estrías, manchas en la piel. Es increíble la ansiedad originada por las temidas broncas de los ginecólogos por el aumento de peso. Aunque no es de extrañar, si lo primero que hacen, antes de que pases a la primera consulta con el ginecólogo, estando de unas ocho semanas, es darte la hoja de la dieta (para que te la vayas estudiando).
De entre las gracias de la matrona, cabe destacar el inesperado comentario sobre las relaciones sexuales, por gracioso en un primer tiempo, pero chocante, una vez que lo piensas: «Claro que se puede, relaciones normales… normales, sí… nada de cosas raras… ya sabéis…». Como parece que va a tener que explayarse, suelta: «Nada de artilugios» (y pasa a otra cosa). ¿Qué grado de confianza puedes tener con una matrona que parece ser abierta en su forma de hablar y que emite un juicio de valor así? Quiero decir que si la matrona es el profesional, supuestamente, más próximo a ti durante el embarazo, para resolver cualquier tipo de dudas, y estamos hablando de un profesional que acompaña la vida sexual de la mujer, ¿cómo puede enjuiciar e inhibir comportamientos sexuales libres? No me hubiese chirriado tanto este comentario si hubiese argumentado por qué conviene evitar ciertas prácticas: ¿hay riesgos de infección, tal vez? ¿lubricantes desaconsejados? Eché en falta razones médicas, más que morales.
Hasta aquí, una hora y cuarto de risas y recomendaciones básicas para los dos primeros trimestres de embarazo. «¿Alguna pregunta?» Lactancia. «De eso ya se hablará en la preparación al parto del tercer trimestre» (pero sí que resuelve dudas concretas que se plantean). «Bueno, pues como sobra tiempo, os voy a hablar de la epidural».
¿Qué? ¿A qué viene esto? No es que esté hablando de parto y surja el tema… No entiendo nada. De lactancia hay tiempo de hablar en el tercer trimestre, pero la epidural, ¿hay que hablar de ella ya? ¿Por qué no nos habla de más molestias que pueden surgir en el embarazo, como las hemorroides, la ciática, los picores vaginales…? Me estoy empezando a indignar. ¿Qué pasa aquí?
Lo primero que anuncia es que hay que firmar un consentimiento porque la epidural entraña riesgos (como dolores persistentes en la espalda en el postparto o dolores de cabeza). El parto duele y hay que pasar por ello –gran verdad–, la epidural no significa que no te vayas a enterar de nada. Bien, pero ¿y las consecuencias para el bebé?
«Quien no quiera epidural, es decir, quien quiera un parto natural, debe prepararse antes». «¿Cómo?», preguntan. «Con relajación y con las pautas de respiración que se enseñan en las clases de preparación al parto del último trimestre» (un poco tarde para coger el hábito, ¿no?). «Si te decantas por un parto natural, pero al final, quieres la epidural, no pasa nada, no se castiga por arrepentirse». ¿Por qué no se habla de las alternativas para aliviar el dolor: el gas, las bolsas de calor, el agua, los masajes…?
La matrona emprende una oda al enema: cuenta que el bebé puede no bajar por no usarlo, cuenta su experiencia, asqueada cuando no se tiene a mano, es tan explícita que se levanta un murmullo dándole la razón. Lo ha conseguido: todas llevarán uno en el bolsito para la maternidad, por si no tuvieran en el hospital.
Una embarazada tiene pensado visitar el Hospital Gregorio Marañón, pregunta si en las clases del tercer trimestre se contempla una visita a un paritorio (la verdad, no estaría mal). No, no va incluido en el kit de las clases, pero si quieres, ella te concierta una cita en el de La Paz, que es el que nos corresponde, es con un anestesista que te habla –cómo no– de la epidural y luego te muestra un paritorio. «Pero, vamos, visto un paritorio, vistos todos». De eso nada. No es lo mismo estar en una sala para la fase de dilatación y que luego te cambien de ambiente para parir que estar en un módulo integrado en el que dilatas y pares sin desplazamientos.
Hay una mamá interesada en el parto sin epidural que ahora pregunta por los llamados «hospitales respetuosos». Respuesta: «En lo privado, hay de todo, en lo público, todos atienden igual». Aunque sí que destaca el Gregorio Marañón, que empieza a atender de nuevo partos de nalgas y donde se aboga por una vuelta a menos intervención para reducir las cesáreas –vaya, vaya, y ¿por qué será?–. «En Torrejón tienen bañera y esas cosas…». ¿Qué serán esas cosas? ¿Cosas raras?
Aflora otro de los fantasmas de las embarazadas: la temida episiotomía. «¿Se puede evitar?», preguntan. Va a ser que no. No da muchas opciones…
Surge la gran pregunta, por fin: «¿Puedo pedir que no me hagan algo?». Viene de una mamá embarazada del segundo… ¿por qué será? Contestación: «Por pedir… Tú al entrar puedes decirlo, pero luego quien decide no eres tú. La vía hay que ponérosla, hay que hidrataros con suero» (¿y por qué no me dejan beber?).
Los últimos 20 minutos son, por momentos, un despropósito, se llega a decir que el profesional reconoce a las que no saben parir o paren mal, o algo así de aberrante, porque prefiero no recordar las palabras textuales.
«Las embarazadas asustáis» (a los dentistas, que no os quieren atender, a las compañías aéreas y a los spa, que piden certificados médicos y descargas de responsabilidad). Ni que fuéramos bombas de relojería…Pero, ojo, que lo más grave es que nos asustan a nosotras… No nos dejemos amedrentar.
Leer también:
- Adiestramiento maternal, 27 de mayo de 2010
- "La enterada", 13 de enero de 2012
- Cuando todo vale, 2 de noviembre de 2010
“Nacer en un entorno amigable”: entre lo agradable y la sumisión. Charla informativa en el Hospital Universitario Puerta de Hierro de Madrid., 28 de febrero de 2014