Por M.P.C.
Mi amigo Jorge llevaba un tiempo preparándose la Media Maratón de Donostia-San Sebastián: iría desde Madrid con su compañero de entrenamiento y amigo. Viajarían el día anterior, se acostarían pronto, madrugarían e irían al punto de salida: era la carrera más importante en la que participaba, su reto personal desde que hacía unos cuatro años, empezó a correr.
Había estudiado el perfil de la carrera, había hablado de ello con otros corredores veteranos, y sabía bien dónde empezaría a flaquear.
Los primeros kilómetros fueron bastante buenos, iba con fuerzas y animado. En el kilómetro 13 comenzó a sentir un bajón enorme: necesitaba parar y recuperar fuerzas. Pero el público le animaba, le insuflaba ánimos, le gritaba que siguiese, que no podía rendirse ahora.
Tenía que parar y beber agua, estaba muy cansado y sediento, pero hasta 2 km después no había punto de avituallamiento. Los ánimos de las personas que estaban allí le insuflaron la energía que necesitó para levantarse y seguir.
Apenas 600 metros después, Jorge sintió un agudo dolor en su rodilla, un dolor que no era normal, y que le obligó a dejarse caer en el suelo, a agarrarse la rodilla con sus manos para tratar de calmar aquel dolor tan espantoso, que le nubló la mirada, mientras todo empezó a darle vueltas.
Se despertó en una camilla de una ambulancia, con un sordo dolor generalizado y una persona que no conocía a su lado, quien le explicó que se había desvanecido debido al cansancio y al dolor producido por la rotura de rótula probablemente severa, que iban al hospital y que allí le ayudarían.
En el hospital le revisaron, y le dijeron que le meterían en el quirófano para abrir la rodilla, que sería una operación realizada con epidural, y que en algo más de dos horas estaría fuera.
Le preguntaron si había comido o bebido hace poco, y se alegraron cuando les dijo que no había bebido en mucho rato.
–Estupendo, menos mal que no has bebido, así te podremos operar con epidural, en vez de con anestesia total.
A lo que mi amigo contestó:
–Creo que precisamente me veo en esta situación por no haber bebido y comido durante la carrera lo que necesitaba y cuando lo necesitaba.
Cuando su mujer llegó al hospital aquella tarde, y Jorge le contó todo esto, su mujer comentó:
-Vaya, lo mismo me pasó a mí cuando no me dejaron comer ni beber en el parto, y llegó la matrona a decirme que gracias a eso, me pondrían la epidural para la cesárea, porque estaba agotada.
Lo que dice la Estrategia de Atención al Parto Normal sobre este tema:
4.1.-Abordaje de las prácticas clínicas basadas en el mejor conocimiento disponible
4.1.4.-Periodo de dilatación
Evidencia disponible (ver detalle en Anexo I). Se incluyeron revisiones sistemáticas de Cochrane Database, Biblioteca de Salud
Reproductiva (BSR/OMS), ICAs y Recomendaciones de la OMS.
Recomendaciones:
- Instruir a la embarazada en el reconocimiento de los signos de un verdadero trabajo de parto para reducir el número de consultas de guardia por falsos trabajo de parto.
- Facilitar que la gestante pueda deambular y elegir adoptar la posición de acuerdo a sus necesidades y preferencias.
- Permitir la ingestión de alimentos, principalmente líquidos, según las necesidades de las gestantes.
- Potenciar entornos amigables (naturales, arquitectónicos y psico-sociales) que ayuden a una actitud y vivencia en las mejores condiciones.
- Utilizar el partograma como método de evaluación del progreso del parto.
- Realizar una monitorización y control del bienestar fetal adecuado a las recomendaciones de la OMS.
- No realizar amniotomía de rutina.
- No colocar vía venosa periférica profiláctica de rutina.
- El empleo de la oxitocina se limitará a los casos de necesidad. No se considera necesaria si el progreso del parto es el adecuado.
- Limitar el número de tactos vaginales a los mínimos imprescindibles.
(Páginas 25-26 del documento)