Hoy es el Día Internacional de la Mujer en el que «se conmemora la lucha de la mujer por su participación en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona».
La historia del nacimiento de Amy constituye la lucha de una mujer por lograr que se respeten sus derechos y la llegada al mundo de una recién nacida de la mejor forma posible: un parto digno, en el que se puede tomar decisiones conscientemente sin presiones. ¡Lo conseguimos!
Aún me queda camino por recorrer para terminar de descubrir todo lo que ha supuesto el nacimiento de mi hija, pero gracias a una llamada telefónica para hablar sobre el partodespués de una pérdida (PDnP), me he animado a empezar. Son sentimientos que aún no había logrado descifrar y que me resistía a poner en palabras. Y, ahora, he reflexionado: es incluso mi deber ofrecer este testimonio para ayudar a otras mamás que puedan verse en circunstancias parecidas.
Casi todas las madres podrán identificarse cuando afirmo que el miedo es unos de nuestros mayores enemigos, independientemente de si dispones de apoyo e información, o si ignoras todo lo que implica. Aunque sea un temor irracional. Inexplicablemente con toda mi experiencia y conocimientos, el miedo me estaba impidiendo ponerme de parto. Y eso que ya había atravesado la jungla de revisiones obstétricas y había superado todas las pruebas diagnósticas. Pero me faltaba enfrentarme a los registros y jugarretas varias de rutina, típicos de las revisiones a término (léase tactos vaginales injustificados, maniobras de Hamilton disfrazadas de tactos inocentes, amnioscopias y demás regalitos pre-parto). No me apetecía, aunque sabía que podía negarme y tenía intención de hacerlo. Mi cabeza no permitía a mi cuerpo relajarse. Yo no era consciente de ello en esos momentos, pero eso era lo que estaba ‘fallando’.
Cuando mi matrona, Imma Sàrries, vio los pródromos que presentaba –y quizás extrañada de que no se hubiese producido ya el parto–, me propuso escribir en un papel aquello que me preocupaba. Entonces empecé a ponerles palabras a los temores que llevaban tiempo rondándome. Todo se reducía a MIEDO. Miedo a que pasase esto, miedo a que pasase aquello, miedo a que no ocurriese así…; me daba miedo todo lo que da miedo a una madre que planifica un parto en casa por necesidad, obligada por las circunstancias: que finalmente no fuera un parto en casa, temiendo una carnicería y represalias en el hospital de referencia; miedo de que mi niña no naciera bien por razones ajenas al parto y al lugar en que se diera, y tener que aguantar comentarios inoportunos; miedo de no tener la fuerza y capacidad para parir a pesar de ya haberlo hecho una vez de forma fisiológica y otra, medicalizada; me daba miedo todo, en definitiva.
Hace unos días, una muy buena amiga se ponía de parto. Vi reflejado en sus palabras mis propias vivencias. Quise tranquilizarla porque ya se la habían jugado alguna vez y tenía todas las papeletas para una inducción injustificada y salvaje por ausencia de contracciones con la bolsa fisurada. Como pude, le dije que el primer paso es reconocer aquello que nos paraliza. Luego asumirlo. Darse cuenta de que hay cosas que no se pueden controlar, y que ni siquiera se debe. Reconocer que por más que te agobie ese tema, no vas a encontrar una solución. Entonces te queda aceptar las circunstancias y, en ese momento, todo empezará a fluir. Le funcionó como a mí en su día.
Efectivamente, cuando plantas cara a los miedos y ocupas tu mente en otras cosas, lo que esperas sucede sin más. Rompí aguas de pie frente a una vitrina llena de dulces irresistibles después de haberme tomado un chocolate caliente con canela. Me fui a mi casa para comenzar mi celebración particular del Día de la Mujer.
Durante el parto, no recuerdo haber sentido miedo aunque quizás habrá hecho acto de presencia en algún instante. No estaba transcurriendo como me imaginaba, a veces creemos que va ser parecido al parto anterior y no tiene porqué ser así aunque se produzca en el mismo lugar. Cada embarazo es único.Cada parto es único. En este me resultaban más fuertes las contracciones pero sabía que en un paritorio convencional lo estaría pasando peor; estar dentro de la bañera no me ayudaba mucho. El expulsivo me pareció más difícil aunque no fuese muy largo. Pude estar como quise, hablar o callar, comer o beber cuanto quisiese. Era mi parto.
Estoy inmensamente agradecida a Imma por haber aceptado atenderme. No hemos comentado mis miedos previos al parto así que no sé si ella se ha detenido en ello. Por mi parte, estoy convencida de que todos los obstáculos que tuve que superar hicieron mella en mí. No me hicieron más fuerte las numerosas reacciones anti parto-en-casa que viví durante el embarazo. Yo necesitaba recibir apoyo y ánimos de mi entorno más cercano y no fue así. De ahí que una vez más la asociación El Parto Es Nuestro resultara ser mi salvadora en el Día de la Mujer. En todo el mundo tenía a mujeres pendientes de mí, deseosas de conocer a mi hija, felices de estar acompañándome.
Amy, ojalá celebres tu cumpleaños hoy y muchos muchísimos años más sin conocer de primera mano el miedo al parto.
Quien no conozca mi historia, puede leer mis escritos más significativos de forma cronológica: el nacimiento de Santo; mi segundo embarazo y parto en casa con la asistencia de Jesús Sanz; mi lucha judicial por la muerte injusta de Santo, mi primogénito, víctima de equivocaciones humanas y de una inducción medicalizada incontrolada; y mi último embarazo en el que me esfuerzo por encontrar un profesional sanitario que me atienda en casa y durante el cual ejerzo mis derechos en todo momento en las revisiones y pruebas diagnósticas.