Por Paula Pino
A menudo, hablamos de lo solas que nos sentimos algunas mujeres durante el puerperio –esa sensación de “recibo muchos consejos, pero ¿dónde están la comprensión y la ayuda real?”- pero, si indagamos un poco, no es infrecuente escuchar a otras tantas de nosotras hablar amargamente de la soledad durante el embarazo. A pesar de los frecuentes controles médicos, de las visitas a la matrona y de la propensión de quienes nos rodean a contarnos historias de parto –frecuentemente aderezadas con algún elemento de terror-, no son pocas las mujeres que pueden hablarnos de soledad, tristeza y de la impresión de no ser escuchadas ni apoyadas.
Paula es una de esas mujeres. Hizo llegar su testimonio a Apoyo Cesáreas y con su permiso lo reproducimos para todos nuestros lectores.
Mi nombre es Paula y he sufrido una cesárea hace 8 meses y 11 días. No sé por qué, pero al escribir estas líneas tengo un nudo en la garganta…
¿Por qué una cesárea? Sinceramente, así lo elegí.
¿Por qué ese nudo si elegiste voluntariamente? Porque no soy médico, porque me sentí desamparada, porque no contestaban a mis preguntas, porque llegado el momento del parto ya veríamos qué pasaba, por miedo. Pero sí puedo decir que no por miedo al dolor, como tuve que escuchar de una estudiante en el momento en que, temblándome las piernas, informaba de mi decisión a todos los ginecólogos de la unidad UDO del Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia.
¿Cómo llegaste a esa decisión? Ese sería el principio, explicar el motivo. Cuando nací, fui operada de un meningolipoma, no se sabe muy bien si existió una malformación de los nervios o que al extirparlo me dañaron. Las consecuencias fueron una vejiga neurógena sin micción normal -hasta los siete años me sondaban para poder orinar, a partir de esa edad aprendí que apretando hacía pis y así hasta el momento, mi vejiga ademas es hipotónica- y la carencia de sensibilidad en los glúteos y parte de los muslos, lo que se llama "cola de caballo", además de una cadera más alta (aproximadamente unos dos centímetros).
Siempre pensé que iba a tener muchos problemas para quedarme embarazada y que mi embarazo se iba a resumir en una sonda, pero no ha sido así. He sufrido grandes pérdidas de orina por el peso, pero con compresas he podido solucionarlo.
Me quedé embarazada sin buscarlo, pero con la consciencia de que si me quedaba era muy deseado, un niño hecho de amor.
Por mis antecedentes me enviaron a embarazos de alto riesgo y allí siempre pregunté:
- ¿si tengo un parto vaginal, mi vejiga se verá afectada? (ha sido mucho esfuerzo durante años.)
- ¿mi suelo pélvico?
- ¿mis nervios?
Respuestas vagas, nada concreto, el suelo pélvico era secundario. Y sobre la incontinencia... ¡Ay!, me respondieron que me podría quedar como cualquier mujer; pero yo insistía, "ya, pero es que parto de una incontinencia y no quiero quedarme peor".
¿Y los médicos? Los médicos... Je, je, je, me da la risa irónica. Insistí en que me enviaran al anestesista para que me viera la cicatriz de mi espalda por la epidural, pero la residente de turno me dijo que cuando llegase el momento del parto ya lo verían... Finalmente, en la consulta de pre-anestesia firmaron un informe en el que se indicaba que no era aconsejable ponerme ningún tipo de anestesia.
En cada consulta a la que acudía me encontraba un residente distinto; al final di con una que pareció escucharme y me mando a la unidad de UDO, pero los Dioses todopoderosos de la Obstetricia seguían sin contestarme… Finalmente, me dieron a elegir.
Sola, sin un familiar, mi primer hijo… Lo pasé mal. Pedí que entrase alguien y la contestación fue "NO".
Qué decisión tan mala... Me pesa, me pesa tanto. Porque no sé como hubiese sido mi parto, cómo me hubiese quedado... Tanto médico y no contestan. No son capaces de mandarme al urólogo. No olvidaré a esa ginocóloga, "antes de quedarte embarazada, tenías que haberte hecho pruebas", y ¿para qué fui durante todo el embarazo a las consultas de alto riesgo? No me enviaron a evaluarme el suelo pélvico. ¡Desgraciada!
Era miércoles de Semana Santa y me dieron hasta el lunes para que tomase una decisión (penitencia de días de fiesta)… ¡Si no soy médico! Corrmos a ver a mi matrona, mi ángel, que llamó a una fisioterapeuta y le contó mi caso... Nos hablaron del nervio pudendo y de que seguramente lo tuviese dañado, por lo que con un parto vaginal corría riesgos.
¿Y qué pasó? Decidimos lo más "seguro", cesárea programada y con anestesia general… Y así lo transmití, después de que la noche antes había expulsado tapón, echaba líquido con sangre y tenía contracciones. Me hicieron un tacto y los muy… se sorprendieron de que no me hubiese dado cuenta de que tenía una fisura en la bolsa y sin dilatar. Así que me quedé, porque había que “hacer una cesárea sí o sí” (estas palabras literales no se si fueron irónicas o en serio).
Por favor, necesito que alguien me explique qué hubiese pasado sin la cesárea, ¿me habrían puesto oxitocina? ¿Era peligroso el líquido amniotico con sangre? ¿Habría terminado en cesárea? Lo necesito tanto, tanto.
Gracias a Dios, la lactancia fue de maravilla y a eso me he aferrado, pero tengo que reconocer que no he sentido ese vínculo, que me siento mal, que me cuesta mirar la cicatriz en el espejo. Os prometo, Dioses de la Obstetricia, que para mi próximo hijo voy a llevar los informes pegados en la frente, que voy a ser buena, que preguntaré si puedo quedarme embarazada, os prometo que llevaré los deberes hechos...
A mi hija la quiero con locura, pero me falta algo y ese algo me duele; me duele en silencio, porque fue una decisión, por lógica y tal como fue todo, creo que la mejor opción. Me duele la cicatriz física y emocionalmente... Me pesa.
Al principio siempre con la niña en la teta, no la dormía en brazos... Mi vínculo con ella esta en el pecho. Tal vez ese sea mi parto, no lo sé...
No la he rechazado, pero al principio me era un poco extraña. Mi vida, mi amor, pobrecita, ella no tiene la culpa. La culpa la tiene mamá, por no querer arriesgarse. Durante esos meses he trabajado ese vínculo, aunque en el fondo, fondo, hay un vacío, faltan recuerdos. Recuerdos de un parto.
Ya estoy de médicos, quiero un parto vaginal para mi próximo hijo. Ahora pienso que en casa sería estupendo, sin los Dioses, con mi matrona, con mi pareja, siempre fiel, siempre juntos; ya veremos.
Tras estas líneas está todo removido, mi corazón, mi cicatriz. Voy a abrazar a mi hija, a besarla, a consolarme en sus brazos.