Éste no es un relato de parto cualquiera.
Demuestra que se pueden hacer las cosas de otra manera.
Cuidar como ha cuidado esta familia el nacimiento de Luna, que murió antes de nacer, significa cuidar un proceso de duelo, cuidarse. Significa no añadir más dolor al que ya tienen que soportar una madre, un padre y unos hermanos en estos momentos.
Integrar ese dolor en la vida de una familia sólo es posible si estas horas cruciales se preparan y se cuidan, se acompañan con tiempo, respeto y suma sensibilidad y profesionalidad.
De esta manera evitamos los duelos patológicos y medicados, unimos familias en vez de separarlas y vemos crecer a los profesionales que las acompañan.
Gracias, Cheli, por tu gran generosidad.
Ayer a la madrugada nació Lunita. A las 2.45 de la mañana, el 21 de junio 2013, nació Luna Williamson, después de un parto fácil y demoledor de 5 horas, con hora y media de expulsivo. Pesó 550 grs, incluídos higromas y mantitas que lavó Gaspichus y bordamos Lucas y yo.
El 20 de Junio era el cumple de Wynn. Cuando nos despertamos le dimos regalitos, hicimos un desayuno especial y soplamos velitas. Tomando mi segunda taza de té rojo con miel sentí contracciones. El 19 de junio por la noche, antes de irnos a dormir fui a hacer pis y noté una mini mini manchita de sangre que acompañaba lo que sospechábamos desde hace días que era tapón mucoso. Pero no lo quise pensar, y de hecho me fui rapidito rapidito a la cama, cerré los ojos con fuerza y me obligué a dormir.
Pero el 20, después de desayunar, tuve leves contracciones. Fui a hacer pis y de repente, plof, rompí bolsa. Salió con fuerza- líquido amniótico con su precioso olor, pero color marroncito. Marrón claro, transparentoso, pero marrón. Entonces llamé a mis comadronas. Hablé con Aythami, que estaba trabajando, y quedamos en que yo lo iría sintiendo y ya les avisaría. Lo que sentí fue miedo. Volví a llamar. Les pedí a Anabel y Paca que vinieran. Las esperé tirada en el baño de arriba, con los chicos al ladito. Gaspar no dejaba mi lado. Me regaló un dibujo: esta es la mamá y este es el bebé y este es el líquido marrón. Lucas no dejaba de hablar. Bajaron a jugar con Wynn. Antes me limpió el piso del baño, cumplió mil órdenes de pasar la aspiradora y ordenar el living y andá con los chicos y llamá a andá con los chicos y llamá a Evelyn y llamá a mi hermana y volvé a llamar a mi hermana si viene Evelyn y pasaste ya la aspiradora y quiero un kukicha frío pero por favor, la aspiradora.
Anabel y Paca vinieron para nada, porque solo tuve esas tres contracciones confundibles antes de romper bolsa. Pero vinieron para todo, para permitir el parto que tendría en algunas horas. Con esa visita se fueron mis miedos. Yo había estado tirada en el piso del baño, queriendo hacer pis pero negada, por si sin querer fuera a nacer Lunita, y nosotros solos. Entonces entra Anabel, me da un beso y yo: ay que suerte que llegaste, me moría de ganas de hacer pis. Y me siento en el wáter y me pongo a mear! Ni yo me lo creía. Bien, dejamos el decoro. Paca me trae agua, me abraza, me invita a un bañito, pero estoy tan aterrada que ni puedo. Me deja. Y se va al lado a jugar a los playmobils con los chicos.
Al final decido que sí quiero un baño, y me lo preparo yo solita. Salvo que hay un bicho. Y no sé si Paca es super valiente, o estaba en módulo doula, o el bicho no era para tanto, pero me saca el bicho ella solita; y eso que en casa el encargado oficial de sacar bichos y arañas es Wynn.
Entonces yo con mi bañito. Me calmo. Y quiero un tacto. Había hablado con las chicas que no quería ningún tacto, que ni me lo sugirieran. Pero ahora quería. Anabel me hace un tacto, yo en el wáter. Tengo el cuello borrado y estoy de 1 cm. Hablamos, me pregunta cosas, me dice cosas, y conectamos y la tengo, es mi matrona, la amo. Me entrego plenamente, confío en ella con todo mi ser sin dejar de poder decirle qué quiero y como lo quiero y contarle las cosas que me importan. Siento una conección tan fuerte y hermosa. Me llena.
Se pueden ir.
23.junio.2012
Llegó Evelyn y estuvo todo el día jugando con los chicos, cocinando, mandándome a dormir la siesta. En un momento fuimos Wynn y yo a comprar más empapadores. Casi vuelvo corriendo, la sensación de salir de casa sin mis hijos... han pasado un par de días y cada vez que no estamos todos juntos tengo que acordarme de seguir respirando. Compramos suficientes compresas y empapadores como para un parto comunitario. El de la farmacia nos dice al irnos: que salga todo bien. Si supieras, chiquito, si supieras...
A las 9.30 de la noche empiezan mis contracciones. Empiezan de verdad, son suaves, presentes, verdaderas, me mecen. Gaspar ya está dormido, Wynn me trae la pelota, Lucas me abraza, se mece conmigo, me habla. Evelyn cocina, me escucha. Llamamos a las chicas. Habla Wynn, pero cojo yo el teléfono porque les tengo que contar que estoy bien, que no tengo miedo.
Cenamos. Ellos comen y yo prendo velitas. Wynn se va a acostar a Cas, y Evelyn y yo preparamos el salón con el calefactor, un colchón, toallas, empapadores, Snatam Kaur. Evelyn me pregunta, con calma, cómo lo quiero hacer si Lunita nace antes de que lleguen. Es de noche, adentro está calentito, la luz es linda, está todo listo. Afuera, brilla la luna, adentro, todo cálido. Y yo no tengo miedo. Estoy.
Acá, presente, con mis contracciones mecedoras, mías, suaves, ciertas. No pasa nada. Si nace, puede nacer acá, sobre el colchón mullidito; y ya cuando lleguen las chicas, ya verán que onda.
Baja Wynn. Cas ya se durmió. Y me acompaña, yo sobre la pelota.
El leitmotiv del parto es que me meo. Prefiero estar en el baño, para mear tranquila. Me voy al baño de abajo, que es tan chiquitito. Yo en el wáter, meando entre y durante contracciones, Wynn agachado a mis pies. Con las contracciones, necesito apoyar mi cabeza contra su mano y empujar. Algunas son suaves, otras son fuertes. A veces me sale un aaaaa gutural, a veces un gruñido. Ahí vamos.
De repente aparece Aythami, agachadita, me hace un mimito. Ay, que sorpresa, que lindo que hayas venido, digo yo, re contenta, de repente, la anfitriona. Quiero un tacto. Aythami super suave, amorosa. Estoy de unos 5 cm. Genial. Sigo con mis contracciones. Se entreabre la puerta, y le veo a Anabel. Ay, hola, la saludo. Me alegro tanto al ir viéndolas, como cuando sí que viene la gente a tu fiesta. Al ratito aparece un vaso de agua; es Paca, mi hermosa. Que lindo, estamos todos.
Seguimos en el baño, con una velita, con contracciones, con el calefactor, Wynn y yo. Apoyo mi cabeza en su mano. Viene una bolsa de agua caliente, que suerte, me duele la espalda. Son contracciones de baile. Algunas, como orgasmos, se montan una encima de otra. Está bien. Puedo. Salvo 3 o 4 contracciones desubicadas que me destrozan. Pienso que quiero que me corten, que me saquen lo que me tengan que sacar, ya. Pero sin epidural, que eso tiene muchos riesgos, que lo hagan así no más.
De repente, wow...siento algo, como una burbuja en la vagina. Hay algo, les aviso. Viene Aythami: ya está aquí. Voy a dejar mi manita para cogerla, si? Me quedo un ratito más pero ya me quiero ir al salón. Caminar es raro, porque tengo algo entre las piernas. Algo, pienso yo. Claro... Lunita.
Me tiro a cuatro patas sobre el colchón en el piso, y por suerte me cubren con mantas. Estoy como en una cuevita, tapada, escondida, con mi hija que está naciendo. Y lloro. Tengo contracciones, sigo escondida. Y lloro.
Así no. Me acuesto de espaldas, con las piernas dobladas. Me duele el alma. Luna nace ahora y ya no va a estar más. Lloro y me tiemblan las piernas. Me tumbo de lado y pongo la pierna de arriba formando un triángulo, para darle lugar a mi beba. Y pienso que raro si ahora hay que hacer desplazamiento, ¿cómo voy en el coche? ¿Cómo explican que vienen con una mamá con un bebé mitad adentro y mitad afuera?
Me doy vuelta, me reclino contra el sofá, como sentada. Quiero mirar. Pido el espejo, pido luz. Me jugué, no sé si me animo a mirar, pero parecía q las piernitas eran tan flaquitas. Y lo son. Flaquititas. Con dos pies perfectos, con deditos perfectamente formados. Lunita está de espalda, con el culito y parte de la espalda fuera. La quiero tocar. Su cuerpito está frío (ya lleva un rato fuera del calor de mi cuerpo), su piel brilla, pero no se rompe. Una piel desnuda, más desnuda que la desnudez. La toco con tanto cuidado. La puedo tocar! La toco. No tengo más contracciones. ¿Porqué no tengo más contracciones? Porque tu cuerpo siente que ya ha parido, Luna está en vagina. De a poquito la puedes ir empujando si quieres. Creo que quiero. Y lo intento. Pero sale muy despacito. Y cuando inhalo o cojo fuerza, se vuelve para dentro. ¿Por qué no sale? Porque necesita su tiempo. Y al día siguiente me doy cuenta que la que necesitaba su tiempo era yo.
Quiero terminar de parir. Tengo a Luna colgando, como atascada. Hago fuerza pero no sale. La tienen que sostener, cada vez que me muevo me da miedo lastimarla. Ay, Aythami, por favor, porqué carancho no tira esta mujer y listo!?! Pero no lo digo. Sí digo: me siento atrapada.
Cambio de postura, me pongo a cuatro patas, pero como por encima de Aythami que sigue sosteniendo, con una mantita, a Luna. Siento lo absurdo de este Twister que les estoy haciendo jugar. Lo resuelven. Las tengo a las tres atrás. Y de repente, el mismo plof! Y nace mi Lunita, mi linda puchila, mi puchilita hermosa.
Nace Luna, que estuvimos de parto juntas, juntos, todo este tiempo. Que me dio sus piecitos, sus piernas, su espalda para que la tocara, le hiciera mimitos con cuidado. Para que me enamorara de mi hija y recibiera su cuerpo. El cuerpo que la dejó vivir en mi por 26 semanas y 5 días. El cuerpo que elijió para sentirnos, para recibir nuestro amor y canciones y Reiki y besos. El cuerpo que la dejó estar suficiente tiempo para enseñarnos lo que nos faltaba aprender sobre el amor, sobre entregarse y estar presentes. Aceptar. El cuerpo que le permitió morir dentro de su mamá y nacer al día siguiente. Un cuerpo que no se descompuso dentro mío, que bailó a la perfección con mi cuerpo amateur, que de igual manera que la recibió y la cuidó, igual supo seguir sus pasos cuando llegó el momento de dejarla ir. Ese cuerpo que esperó a que mi cuerpo entendiera cómo me tenía que poner para parir.
Me cuidó.
Cuando salió su cabecita, las que la recibieron y la vieron y la aceptaron fueron mis brujitas. La cara de Lunita no se destinguía del todo entre los higromas. Tenía un ojito abierto, y otro escondido en el edema que tenía por toda la cara, la cabeza. Del pecho para arriba estaba toda, toda hinchada.
Les pedí que la taparan y me la acercaran. Todavía tenía el cordón, que parecía una lanita. Y la abracé, tapada. Y la quise tanto y me dolió tanto. Nos dejaron.
Los tres. Nosotros. Nuestro. Lloramos, nos amamos.
Plof. Ah, dije yo. Y escucho la voz calma y cálida de Anabel: la placenta. Vienen a ver nuestra placenta. Que salió perfecta, que es perfecta. Que hizo todo lo que tenía que hacer. Viene Evelyn y nos hace fotos, fotos. Menos mal que tengo esas fotos, me las sé de memoria. Me regalan algo nuevo todos los días. Paca hizo todo lo que le había pedido aunque en el momento me dejó de parecer importante. Ahora menos mal que tengo todos esos recuerdos tangibles de la presencia del cuerpito de Luna.
Nos quedamos un rato, los tres. Los 550 gramos de Luna sobre mi pecho. En brazos de Wynn. Le dije todo: los mensajes de los cinco mil ocho mil siete nueve catorce besos y abrazos de sus hermanos.
Lunita, te queremos mucho, mi chiquita hermosa, te amo. Lunita, mi amor, gracias, gorda, gracias.
Y supe que era hora de llamar. Porque si no venían a buscar su cuerpo ahora, me iba a olvidar que era solo su cuerpo, que no lo necesitábamos más, y me lo iba a querer quedar para siempre. Y mis tigresas me cuidaron, gestionaron todo. Cuando estuve lista, como quise, le dí a Paca el cuerpo de Lunita, envuelto en tantas mantas de algodón orgnánico no tratado no blanqueado no teñido, lavadas y secadas y bordadas por nosotros. Ojalá pudiesen haber sido de nubes, de tiempo, de amor tangible. Wynn quiso más. La tuvo un rato más. Y habrán hablado cosas entre ellos dos. Él y su hija. Siento que el relato del parto de Luna sigue. Que dos días más tarde sigue. Mi puerperio, nuestro puerperio. Ni sé que decir.
Sobre mis tetas, que parece que saben que Luna murió y nadie necesita su leche.
Sobre sus hermanos, que me deslumbran, que van sin miedo, abrazando el espacio que dejó Lunita.
Sobre mis brujas, su cuidado, las mil cosas desapercibidas que nos regalaron.
Sobre su madrina, que nos cuidó, que la tuvo en brazos. Mi amiga, que cogió en brazos a mi hija.
Sobre lo que entregué, y lo agradecida que estoy.