En España superamos con creces los porcentajes de cesáreas y partos instrumentales que la OMS considera inevitables. Cabría preguntarse: ¿por qué en nuestro país los partos se “tuercen” más que en otros sitios?
Quitando las cesáreas electivas, las cesáreas programadas sin una razón justificada desde la evidencia científica (por miopía, bebés macrosómicos, etc.) y algún que otro caso de fórceps didácticos o similar (para que los residentes aprendan, que también los hay), sigue habiendo un porcentaje de casos que supera las cifras barajadas por las autoridades sanitarias. Estas cesáreas y partos instrumentales “de más” se deben, sin duda, a una atención inadecuada, que no respeta las recomendaciones de dichas autoridades ni la fisiología del proceso de parto.
Hace ya casi seis años que el Ministerio de Sanidad español lanzó la “Estrategia de Atención al Parto Normal”. A pesar del tiempo transcurrido, hay profesionales que todavía no conocen este documento y muchos centros siguen sin contemplarlo a la hora de diseñar sus protocolos. Algunos sanitarios insisten en que ellos sí que siguen las recomendaciones de la Estrategia, “siempre y cuando el parto no se tuerza”.
Pero es que, a veces, es el miedo de estos sanitarios ante el parto lo que les lleva a intervenir cuando no es necesario, provocando las complicaciones que luego ellos mismos se encargan de solucionar, a golpe de bisturí y otras técnicas.
Irónicamente, esta actitud propicia aquello que pretendía evitar. Estos profesionales tendrán buena intención, pero tienen también demasiado miedo y muy poca confianza en el cuerpo de la mujer, y esto es lo que al final tuerce los partos.
Porque un parto no se tuerce así, sin más; se tuerce si no es atendido como es debido.
En algún sitio leí que, si una madre advierte a su hijo constantemente que tenga cuidado porque se puede caer, le hará dudar de sí mismo, y probablemente terminará de verdad tropezando.
Durante el parto, si estamos tensas esperando el dolor que “vendrá”, la experiencia nos resultará efectivamente más dura y dolorosa que si hubiéramos estado más relajadas.
De la misma manera, atender un parto pensando que puede torcerse en cualquier momento sin motivo alguno, debe resultar muy estresante, y lo más importante: ese estrés y esa inseguridad terminan transmitiéndose a la mujer, lo cual es muy perjudicial para el desarrollo del parto. Estar obsesionados con lo que pueda pasar hace que se vean fantasmas donde no los hay y se consideren anormales partos que no lo son.
Por eso, lo ideal sería que quienes atienden partos lo hagan desde la tranquilidad, el respeto y la confianza. Solo así conseguiremos que los “partos que se tuercen” dejen de ser moneda corriente y se conviertan en una anécdota inusual.