Hoy hemos recogido algunas reflexiones sobre la jornada en el Hospital El Escorial de Madrid, a la que os invitamos también en este blog, y sobre la que nos llegaron muchas reacciones después.
Por Francisca Fernández
Siguiendo la evolución de cerca
El grupo de crianza del Escorial me había propuesto dar una charla en el pequeño espacio que les cede el Ayuntamiento para sus reuniones, porque una pareja del grupo iba a tener pronto a su bebé y les interesaba. Pensé que quizás en los pueblos de alrededor hubiese otras parejas con la misma inquietud y les propuse hacer una pequeña jornada, invitar a otras personas y darle la mayor difusión que pudiéramos.
Luego se me ocurrió pedir a una matrona de El Escorial que nos acompañase. No la conocía personalmente, pero habíamos hablado alguna vez por teléfono de sus deseos de cambiar la atención al parto y nacimiento y avanzar en las recomendaciones de la Estrategia de Atención al Parto Normal. Le encantó la idea y nos ofreció hacerlo en el propio hospital.
De esta manera bastante accidental me encontré dando una charla en el hospital de mi propio pueblo, que siempre nos había dado la espalda, con un montón de familias y compañeras de El Parto es Nuestro delante y a mi derecha las preciosas vistas al Monte Abantos de ese viejo-nuevo hospital, con aspecto de antiguo sanatorio de tuberculosos ampliado con una flamante ala nueva panelada y pulimentada. ¡Me sentí tan feliz de estar allí por primera vez no como paciente o acompañante, sino para hablar de la atención al parto! Qué bueno estar allí rodeada de parejas jóvenes, embarazadas, bebés, de amigas, con algún sanitario curioso y hasta gente que vino de Valdepeñas… La sala se llenó tanto que el flamante nuevo jefe de servicio de Ginecología nos ofreció el Salón de Actos (al tiempo que se palpaba el bolsillo de la bata para asegurarse de que la chuletilla que tenía preparada para cantarnos las cuarenta seguía en su bolsillo).
He visto cómo ha evolucionado la atención al parto en este pequeño hospital comarcal muy de cerca y actualmente, a pesar de los desafortunados comentarios del jefe de servicio, me quedo con que abrieron las puertas a la gente, con la buena voluntad de Charo, la matrona, con su bajísima tasa de episiotomías y con el testimonio de esa mujer que había parido allí, de pie, tras una inducción a la semana 42 en la que no había recibido presiones de ningún tipo (¿en dónde hoy por hoy no te presionan para inducir en la semana 41?) con apoyo emocional, sin episiotomía, con apoyo a la lactancia… Nos lo contó a todas y dio las gracias a la auxiliar, a la comadrona y al equipo que la acompañaron.
A pesar del ala nueva, la filosofía asistencial sigue anclada en el viejo hospital de tuberculosos, pero al mismo tiempo, yo sé que la mujer que quiera va allí y pare como a ella le dé la gana y el jefe de servicio no se mete en el paritorio si no es a la fuerza. A diferencia de otros sitios que conozco, con mejor nombre, no veo en el equipo ese dañino cinismo que he visto en las direcciones del Puerta de Hierro, del Gregorio Marañón…
Por Diana Montero
Mucho ruido y pocas nueces
El pasado sábado acudí, junto con varias amigas y socias de El Parto es Nuestro, a la jornada que el grupo de crianza de El Escorial organizaba en el hospital de su zona. El evento me interesaba, en primer lugar, porque escuchar a Francisca Fernández es siempre un placer y porque quería enterarme de los cambios que –se dice- ha implementado el hospital de El Escorial en la atención al parto.
La primera parte de la jornada, como ya intuía, no me decepcionó. Francisca desgranó la Estrategia de Atención al Parto Normal y habló de la validez jurídica de los planes de parto, entre otros temas. El auditorio permanecía en silencio, asimilando la información que, con claridad y sencillez, nos transmitía la ponente.
A continuación, habló una matrona del hospital y ahí mi sentido arácnido se activó. Hubo frases que quedarán para la posteridad en mi memoria, como:
- “Sí, nosotros hacemos todo eso que tú dices –dirigiéndose a Francisca- siempre que el parto sea normal”. Es decir, que si una mujer no tiene un parto normal, ya no debe esperar que se le pida su consentimiento antes de una intervención, sino someterse a los profesionales.
- “Todos los partos llega un momento en que se tuercen”. Estadística francamente preocupante. ¿Qué entiende esta señora por un parto torcido? ¿Aquél que tiene lugar con la madre encorvada? ¿De verdad se le tuercen todos? Todos los partos tienen en común que nace –como mínimo- un bebé, ¿será eso lo que le sorprende a la matrona?
- “No hay evidencia de que la episiotomía afecte al suelo pélvico”. A continuación, se dirigió al jefe de servicio de ginecología para corroborar su osada afirmación (y él dijo lo mismo. Ole). La episiotomía, afirmo yo, es tan inocua para el suelo pélvico como un sartenazo en la boca lo es para la estética dental.
- “Para nosotros, un parto es una situación estresante, estamos estresados y lo que queremos es una mamá sana y un bebé sano y que se termine prontito y a casita”. ¿Esto va en serio? Señora, si se pone nerviosa, gestióneselo o tómese una tila, pero yo en mi parto quiero una matrona alerta y atenta, no una persona estresada que posiblemente verá como una bendición cualquier atajo, sea una episiotomía o una Kristeller…
Estas declaraciones se completaron con la pregunta que nos hizo, sinceramente interesado, el jefe de servicio, que dijo no entender por qué “algunas mujeres” se “empeñan” en parir sin epidural, porque él mismo, si fuese mujer, se la pondría desde que viese el positivo en el test de embarazo.
Escuchamos allí mucho “yo, yo, yo”, muchas declaraciones sobre sus miedos, sus actitudes y sus egos, pero eché en falta que se hablara de la mujer, de qué necesita una mujer de parto y de qué medios se pondrán a su servicio para que su experiencia sea satisfactoria si decide parir en ese hospital.
Las afirmaciones de estos profesionales dejan meridianamente claro que existe un abismo entre la implementación técnica de la Estrategia y su aplicación real. Queda muy bien decir “aquí hacemos partos naturales” (es un decir; suena horrible, porque ellos no “hacen” partos, la que pare es la mujer; y un parto tiene que ser normal, sin intervenciones innecesarias. La palabra “natural” está muy de moda y en este contexto no nos aporta demasiado), pero ¿qué ocurre en la práctica? ¿De verdad tienen claro estos profesionales cómo atender un parto con respeto, sin intervenir, sin “distociarlo”? ¿Saben respetar el proceso sin dejar traslucir sus miedos, sin meter prisa a la mujer para poder respirar tranquilos?
Únicamente cuando los profesionales asuman que las mujeres sabemos parir y que solo necesitamos que ellos estén atentos para intervenir en los escasos casos en que realmente es necesario, podremos hablar de parto respetado y recuperar la relación de confianza médico-paciente que tan beneficiosa sería para ambas partes.
No es oro todo lo que reluce.
Por Eva B.
Una tarde intensa
Allí estuvimos reunidas unas cuarenta personas, entre niños, bebés, madres, padres, matronas, sanitarios y un ginecólogo- el jefe de ginecología de dicho hospital-. La conferencia- reunión- debate pintaba bien y faltó tiempo para el intercambio de ideas. Pero debo decir que aprendí mucho más sobre parto, sobre todo desde todos los enfoques, que en toda mi femenina vida. Enhorabuena a quien lo organizó porque, como formadora y pedagoga, opino que para entender a las personas lo primordial es escuchar y dialogar los puntos de vista.
Fran nos habló de la asociación El Parto es Nuestro y de su porqué. De la ideal libertad de cada mujer para elegir su parto. Nos habló del plan de parto y de lo que significa. De las diferencias entre un plan de parto en países como Inglaterra, en el que el respeto a la DIGNIDAD de la mujer está por encima de la superioridad profesional, y España, en el que es necesario decir “no” a la episiotomía, “no” a la oxitocina, “no” a la separación de tu bebé, etc. Nos recordó que los protocolos no son NORMAS, sino pautas generalizadas, y que por tanto siempre son opcionales y mejorables.
Nos habló de la EMPATÍA, y se habló de la COMUNICACIÓN. De cómo un gesto, una sencilla presentación antes del parto entre la mujer y el profesional puede cambiar mucho, mucho las cosas.
Como muchos hombres, el hombre, jefe ginecólogo, dijo no entender cómo últimamente "nos hacíamos las valientes muchas mujeres" tratando de evitar la epidural (palabras textuales). A lo mejor es porque dicha epidural tiene unos efectos negativos que provocan un parto poco deseable (monitorización, estar tumbadas, sufrimiento fetal, no sentir las contracciones y por ende no dirigir NUESTRO PARTO). En fin, este punto se quedó ahí, por el momento. O yo lo entendí mal o no podía estar creyendo que un ginecólogo no tuviera en cuenta semejante evidencia científica.
Fui a la reunión porque, en teoría, es el hospital que me correspondería por zona y de aquí a dos tres años deseamos ser padres por tercera vez. El personal me resultó agradable, pero no su protocolo. Sobre todo el de las cesáreas (piel con piel únicamente con el padre y luego a la REA), igualito que en la Paz pero con habitaciones con vistas a los pinos balsam de la sierra madrileña.
Después de esta reunión, quise preguntar a la matrona jefa (creo) qué política tenían respecto a los pvdc. Yo no le dije nada, pero en mi caso seria “pvdcdpv” (parto vaginal después de cesárea después de parto vaginal). Tampoco preguntó. Tan solo se limitó a decirme que es un riesgo de rotura uterina, que tendría que ir ya casi pariendo etc., etc.
Lo que ya conocemos...