Me pidieron que escribiese sobre un fenómeno que pasa en mi país, Brasil, y doy vueltas para saber por dónde empezar...
Imagina la siguiente situación: te pones de parto (en Brasil) en un día como el 12.12.12 (¡ayer!) o el 11.11.11 y vas a una maternidad porque estás en trabajo de parto y quieres un parto normal. Pues te cuento que tendrías un problema, ya que en fechas como esas la estupidez humana gana dimensiones extraordinarias, las cesáreas se duplican y no quedan plazas en las maternidades.
Brasil es un país de contrastes y en el mundo de la maternidad no podría ser distinto. Aquí la cesárea es una cuestión de status social: si eres pobre, dilatas y si eres rica, no vas a parir como una vaca, así que programas tu cesárea con derecho a fiesta privada en tu suite y eliges la fecha que más te guste para que tu hijo venga al mundo.
En fechas místicas, ocurre el boom. Las mujeres optan por elegir la suerte de sus hijos escogiendo la fecha del nacimiento y los médicos se llenan los bolsillos fruto de tanto amor materno.
Hoy, 12.12.12, leyendo el periódico puedes encontrar frases como "la enfermera María decidió aprovechar la oportunidad del siglo y programó la cesárea de su segunda hija para hoy" o afirmaciones como esta de un obstetra jefe de servicio: "normalmente, los partos se programan con una semana de antelación, pero para hoy hemos empezado desde hace 15 o 20 días".
Repito "normalmente, los partos son programados con una semana..." La fábrica de bebés; esa es la praxis habitual. Esto desde hace muchos años se nos va de las manos. Que en una privada haya 95% de cesáreas (en algunos años hemos llegado al 99,9%) NO es normal.
¿Nadie se pregunta si es ético? Si no son los médicos indicando cesáreas, son las propias mujeres las que las piden. No hay riesgos, solo ventajas.
Os recuerdo que una cesárea es una cirugía que conlleva riesgos tanto para la madre como para el bebé y si es programada el bebé está siendo extraído del útero antes de su total maduración.
Siento indignación, tristeza y pena. Indignación por un sistema podrido, de mercenarios del nacimiento. Tristeza por esos niños y niñas que desde un principio aprenden lo que es no ser respetados ni ser considerados como individuos y seres con deseos y sentimientos. La pena la guardo para esas mujeres que, por frivolidad, miedo, egocentrismo, alienación, en fin, innumerables motivos, sacrifican el nacimiento de sus hijos y transforman la puerta de entrada a este mundo en un gran momento de trauma, sufrimiento y dolor. Pienso en Michel Odent cuando pregunta:
"¿Qué será del mundo cuando los seres humanos ya no nazcan por el efecto de la oxitocina natural, la hormona del amor?"