Por Fulanita de Tal
Hoy me pongo Fulanita, porque esto podría haberle pasado a cualquiera. De hecho, sucede. Lo pregunté a unas cuantas mamás y resulta que varias me dijeron que habían salido de la consulta con este mismo diagnóstico. Algunas de ellas, tranquilas porque se les explicó todo desde el principio, y otras aterrorizadas (terror que duró un mes, aproximadamente hasta la próxima eco) porque no sólo no recibieron información, sino que se les pintó un “posible negro panorama futuro”.
Este es mi quinto embarazo. Tal vez por eso y porque mi trabajo está íntimamente relacionado con la maternidad, hay cosas que ya no me inmutan. Cuento esta historia por si le pasa a alguna otra mamá; porque el juego del miedo al que yo no encuentro sentido ni objetivo alguno (tal vez el lograr que la madre llegue al día del parto entregada, temerosa y dispuesta a claudicar ante la mínima amenaza), se repite de forma continua en las consultas de obstetricia de atención primaria. La gran pregunta es ¿Por qué? No puedo imaginarme que detrás exista realmente algo contra las mujeres…
Semana 20. Ecografía de rutina. Normalmente voy sola a las consultas, pero esta vez mi marido pudo cuadrar sus horarios y me acompañó. Entramos al consultorio y saludamos. El médico no contesta. La enfermera, más amable me explica cómo ponerme y el médico procede.
Después de un rato pasando el aparatito por mi tripa por fin me habla y sucede el siguiente diálogo:
- Es el primer embarazo?
- No, el quinto.
- ¿Te has hecho la amniocentesis?
- No.
- ¿Edad?
- Acabo de hacer 36…
- ¿Y no te has hecho la amniocentesis?
- No. No voy a hacérmela.
- Mmm
- ¿Y salió bien el riesgo fetal?
- Sí, mejor que en mis anteriores embarazos.
- Mmm es que…
- ¿?
- Aquí se ve que tu bebé tiene unos quistes en el cerebro
Silencio absoluto. Mi marido se pone blanco. Aprieta mi mano y me pregunta directamente y delante del médico: ¿¿Y eso qué significa??
Y yo: Nada mi amor, es algo “funcional”
El médico mudo.
Una amiga me había hecho una ecografía una semana antes, por lo que yo ya sabía el sexo del bebé y que todo iba bien. Sino, quizá hubiera salido despavorida… Pero además, un recuerdo llegó a mí en forma de flash en el momento: Había acompañado a una mamá durante su embarazo y parto y tuvo un diagnóstico similar hacia la semana 20. Buscamos información y finalmente vimos que no era nada; que sólo acompañado de otros signos de anormalidad aquellos quistes podían tener algún significado real. Esto podría habérmelo explicado el médico en ese momento, pero no dijo nada.
Y yo:
- No es nada cariño… quédate tranquilo…
A continuación el médico:
- Sí… se ven aislados (¿eso es bueno? ¿es malo? ¿Por qué no explica nada?). De todas formas hay que hacer una ecografía de control en unas semanas. Toma la orden.
- Hasta luego
- Adiós.
Le había dicho a mi marido “es funcional”. Lo había dicho sin pensar. Sin comprobar… sólo para tranquilizarle. Para tranquilizarme. Para intentar recordar aquel episodio de “los quistes” del otro niño. Mi marido me sacó de mis pensamientos:
- ¿¿Por qué no nos ha dicho nada la otra ginecóloga??
- Pues porque no será nada – dije yo – ¿Para qué decirnos algo que nos asustará y que no significa nada? Pero le preguntaré de todas formas. Y ahora voy al baño, espérame aquí…
Qué alegría que existan los “smartphones”. Me metí al baño y en cuanto cerré la puerta lo busqué en Google. Nada científico, pero necesitaba poder explicarle, poder sentirme segura de que efectivamente no significaba nada. Y no lo era:
Quistes de plexos coroideos: hacia la semana 20 pueden ser visibles en la mayoría de los bebés. Si se encuentran otros signos de anormalidad, puede ser un indicador de Síndrome de Edwards. De lo contrario, no significan nada y desaparecen hacia la semana 26/28. Estos estaban aislados, lo había dicho el mismo médico (aunque no explicó si eso era bueno o malo…) y no había nada que temer.
Salí del baño sonriendo. Tranquila. No era nada.
La próxima cita la tuve cinco semanas después. Nos confirmó que los quistes habían desaparecido. Milagro. He sido salvada. Mi bebé ha sido salvado.
Durante esas cinco semanas estuve tranquila y segura de que era una alarma infundada. Pero porque busqué esa tranquilidad por mis propios medios. Pude corroborarlo con mi amiga ginecóloga y con otras mamás a las que les dijeron lo mismo y luego no tuvo importancia. Y sin embargo, no puedo evitar pensar en otras madres pasando por la misma experiencia. Quisiera saber… ¿A cuántas madres se les dice esto a diario? ¿Por qué? ¿Cómo viven esas madres durante esas cinco semanas de incertidumbre?
¿Alguien puede explicarlo?