Por Carla Romero
En demasiadas ocasiones callamos, aceptamos, agachamos la cabeza, nos sale un hilillo de voz, rabiamos, nos culpabilizamos, nos mordemos la lengua, nos dañamos, nos traicionamos...
Y es que, resulta increíble, pero siguen pensando que nuestro "No" quiere, en realidad, decir "Sí". Todavía piensan que tienen que decidir por nosotras, que lo hacen por nuestro bien, que nos están ayudando...
No tenemos que adentrarnos demasiado en la historia para recordar aquellas reivindicaciones feministas con las que se pretendía cambiar el modelo relacional entre mujeres y hombres; modelo marcado, entre otras cosas, por frases instauradas en el inconsciente colectivo, como: Cuando una mujer dice "No", en realidad quiere decir "Sí" , Las niñas buenas no contestan, Sólo hay dos clases de mujeres, ... etc., y que guiaban, de un modo u otro, muchas de nuestras formas de interactuar. Durante años, desde aquellos colectivos se lanzaron eslóganes que pretendían quedarse en la memoria de la sociedad para intentar transformarla, y con frases como: "Nosotras parimos, nosotras decidimos" o "Cuando digo no, quiero decir no" se ponía de manifiesto que las mujeres tenemos plena capacidad y poder para decidir sobre nuestra sexualidad. Creo que podemos afirmar que el mensaje caló bastante hondo y nos hizo comprender a muchas de nosotras que si nuestras decisiones eran ninguneadas, infantilizadas, negadas o ignoradas estábamos siendo víctimas de maltrato, de abuso o de violación.
Pero ser conscientes de esto (que, por desgracia, en demasiadas ocasiones no lo somos) no nos evita que nos veamos envueltas, a veces, en situaciones en las que nos sentimos niñas indefensas, nos cuesta hacernos comprender y nos siguen tratando como a personas de segunda clase a las que hay que guiar, proteger e incluso reñir, pues muchas de esas premisas obsoletas se encuentran aún vigentes y siguen guiando (con hilos invisibles y muy profundos) nuestros comportamientos, y obstaculizando las relaciones basadas en el respeto, la confianza, el amor y el "buentrato".
Si ahora os contara que la mayoría de nosotras, en algún momento de nuestra vida, hemos sido (o vamos a ser) maltratadas en nuestra vida sexual nos parecería impensable e incomprensible en nuestros días; pero os pongo algunos ejemplos claros que todas, de una u otra forma, hemos conocido (en nuestras carnes o de oídas):
* Embarazada, en monitores, viene la ginecóloga: -Déjame que te mire. Abre... A veeer... relaja, relaja... -¿Pero ...qué está haciendo? Me duele... -Nada, nada, ¿Tú quieres parir hoy? Pues te estoy ayudando. -No, no, todo está bien, ¡no quiero! ¡me duele! -Ya está. Es un poco molesto, pero verás qué pronto tienes a tu niño en brazos. -Pero si yo no quería... Le hizo la maniobra de Hamilton sin su consentimiento; afortunadamente, "sólo" sirvió para hacerle daño.
* Mujer, en consulta ginecológica: - Quítate las braguitas cariño, te sientas y resbalas el culete hacia abajo. - No, ahora no quiero que me explore, estoy nerviosa. -¿Cómo que nerviosa? Venga, que esto es un momento. -No, que mejor otro día. -¿Pero otra vez vas a tener que coger cita? Venga, que no te va a doler. - Es que me siento incómoda; estoy tensa y no creo que pueda relajar mi vagina. -Bueno, tú verás qué haces, pero que eso son tonterías, que verás qué pronto terminamos. Al final, la mujer se queda, arrepintiéndose al momento de poner sus piernas en el potro, pero sin atreverse a decir de nuevo "No".
* Mujer, de parto, mientras la exploran: -Por favor, tapadme o cerrad la puerta... Es ignorada. Sin más. Y ya no se siente con fuerzas para volverlo a pedir.
* Mujer, de parto: -¡No grites, que asustas a las demás! -¡¡No lo puedo evitar, me alivia, me ayudaaaa!! -¡Pero te tienes que controlar! ¡Cuando lo hacías, no te quejabas! ¿eh? (dirigiéndose a otra matrona) ...Ésta no tendrá más... seguro, aquí se planta, si no, ya te lo diré yo, ...ya. Ella, por supuesto, no pudo defender su dignidad, ni contradecirla, ni nada de nada...
Son casos reales: tres amigas, y la transcripción literal de una conversación grabada en vídeo por un programa sensacionalista de partos en el Reino Unido.
Si en estos ejemplos, cambiáramos el sexo de la persona atendida, ¿Creéis que les tratarían igual (de mal)? ¿Qué profesional de la salud se atreve a manipular los genitales masculinos sin consentimiento? ¿O a ningunear la decisión de un hombre? ¿Y cuántos hombres conocéis que tengan que pedir casi llorosos lo que quieren a un sanitario? Y si les hacen daño, se disculpan. Y si un hombre pide, se le da; y si rechaza algo, se le respeta su decisión; y si se queja, se le comprende...
Evidentemente, estoy generalizando, claro está, pues cada persona es un mundo con sus propias circunstancias... Pero también lo afirmo después de observar el trato tan diferente que le dan a mi marido, por ejemplo, cuando acude a alguna consulta médica.
Las diferencias existen y son como tienen que ser. Así es la vida y bien está.
Pero lo que no admito es que sigan existiendo diferencias de género en el trato (y, por ejemplo, no las existan para tener en cuenta que nosotras, cuando somos madres, deberíamos estar plenamente protegidas y cubiertas en nuestros derechos laborales de acuerdo a nuestras necesidades y a las de nuestras criaturas), y, además, lo que más me duele es que estas diferencias se magnifiquen en momentos en que somos especialmente vulnerables: cuando vamos a ser mamás y cuando se trata de nuestra sexualidad.
Qué podemos hacer para impedir que estas situaciones ocurran :
En primer lugar, tomar conciencia:
- Es muy importante que sigamos conociendo y transmitiendo nuestra historia de mujeres, pues los condicionamientos sociales llevados a cabo a través de nuestra educación/socialización han hecho estragos. Todavía queremos ser niñas buenas, porque nos lo pedían las personas que más amamos: mamá y papá. Todavía seguimos pensando que el bienestar de otra persona va por delante del nuestro (oigo muchas veces cómo les dicen a las niñas -y no tanto a los niños-: "Cuidado con ..., que es pequeñ@" o "Vamos, déjale tu juguete, que luego ya lo coges otra vez" o "No, no, ahora no puedes jugar, que tienes que vigilar a ...") ¿Qué te decían a ti? ¿Y qué sigues diciendo tú?
- Por otro lado, es fundamental conocer y reconocer las estructuras que sostienen el sistema patriarcal: Las interrelaciones se basan en la desigualdad y en la jerarquía siempre: Tiene poder el ser humano sobre el animal, el hombre sobre la mujer, las personas adultas sobre las niñas y niños, la fuerza sobre la debilidad, el/la jef@ sobre el/la emplead@, la/el médic@ sobre la/el paciente, etc., etc. ¿Cómo te sientes tú en cada situación? ¿Y cómo actúas? ¿Qué puedes cambiar?
Y en segundo lugar, entrénate:
- Entrénate en el lenguaje asertivo. Practica. Poco a poco irás transformando tu forma de expresarte.
- Aprende a respirar, pues, a veces, cortamos la respiración para aguantar, para no sentir, para "desaparecer", y esto impide que podamos actuar con serenidad y desde la consciencia.
- Rodéate de "aliad@s" (puedes unirte a un grupo con el que puedas compartir experiencias y reflexionar, por ejemplo) y de acompañantes que te aporten fuerza y protección cuando lo necesites.
- Y deshazte de lo que no te sirve: la culpabilidad, la ira, la tristeza y los recuerdos,... acéptalos y que te sean útiles para realizar la transformación que necesitas.
Como véis, estas pautas os pueden servir tanto si os sentís demasiadas veces víctimas como si os reconocéis ejerciendo de "verdugos". Pues, todas las personas, en algún momento de nuestra vida, nos hemos (nos han) situado en un lado o en el otro.
El cambio no es fácil, pero hay que intentarlo. Y sé que cada día estamos consiguiendo más.