Por María José
Mi hijo nació bajo el símbolo del dragón, según el horóscopo chino, y le acompañará siempre la buena suerte. No sé sí será verdad, pero sí puedo decir que es un privilegiado en estos tiempos que corren, ya que, gracias a la generosidad de dos mujeres maravillosas, dispuso de leche materna a demanda desde que nació, pese a estar separado de su madre durante un día entero y a que la leche tardara una semana completa en subirme.
Recibió suplementos, sí, pero todos ellos de leche humana y casi todos directamente del pecho de sus “madres de leche”. Muchas personas pensarán que es una extravagancia, habiendo leche artificial y biberones. ¿Qué necesidad hay de ofrecerle el pecho de otra mujer? A unos cuantos les dará repelús, tal vez hasta asco.
Es curioso que nos parezca más apropiado beber la leche de otra especie adaptada antes que la de una mujer que no sea la madre.
Yo solo puedo estarles agradecida, porque seguramente gracias a su ayuda conseguimos instaurar la lactancia materna exclusiva en una semana.
La primera, mi hermana mayor, que sin dudarlo, se quedó con mi hijo mientras yo estaba ingresada en la UCI; su hijo de quince meses podía prescindir de la leche de su madre por unos días si hiciera falta y ella se hizo cargo de la lactancia de mi hijo desde el primer momento. Entre ella y mi madre se organizaron por si yo no me recuperaba y me quedaba ingresada más días. Mi madre cuidaría de su hija mayor, de cinco años, y mi hermana se quedaría con los dos pequeños.
La segunda, mi querida amiga Sandra, que con un bebé de tres meses vino a mi casa con un montón de botes de su leche congelada para que pudiera ofrecerle a Isidro tras las tomas “y así me quedara tranquila”. También le dio directamente de su pecho en varias ocasiones, y siempre me decía que lo hacía por mí, que Isidro con mi calostro tenía suficiente, pero que si así me quedaba tranquila pues nada, daño no le iba a hacer.
Seguramente tuviera razón, pero como era tan pequeñito, nació con solo 2,640 kilos, yo no podía evitar preocuparme; además el equipo de la Clínica Milagrosa de pediatría no ayudó mucho.
He de reconocer que cuando veía a mi hijo al pecho de alguna de ellas se me partía el corazón, me sentía frustrada, una madre inútil. Sé que me hicieron el mejor regalo que podrían hacerme nunca, pero yo tenía esa sensación. Ahora, con cuatro meses de lactancia exclusiva, sé que ese ha sido su regalo.
Estoy convencida de que sin ellas la lactancia habría fracasado, tal vez fuera mixta, pero lo dudo. Isidro habría sido alimentado con biberones, separado del calor de su familia y abandonado en una cuna fría de metacrilato del nido durante el tiempo que yo estuve en la UCI. Tal vez, una vez en casa podría haber trabajado la lactancia materna, ofreciéndole el pecho antes que el biberón, pero algo me dice que no habría sido igual.
Muchas gracias a las dos.